Tenemos la suerte de tener muchos parques cerca de casa, podemos elegir a cuál queremos ir. Pero no todos son iguales, ni tienen las mismas características, y lo más importante es que, su concurrencia es muy distinta; Antes de escolarizar a Lucy, nos dedicábamos a buscar los parques que más visitantes tenían para tener compañía en el juego, pero nos dimos cuenta que la cantidad de parques que tenemos en nuestro barrio es inversamente proporcional a los infantes que acuden a ellos. A mi me parecía alucinante salir a dar una vuelta con Lucy y pasar por cuatro o cinco parques completamente vacíos.
Entonces un día, cuando nos dirigíamos al que era el parque preferido de Lucy, (hasta que le picó la avispa), me percaté desde lejos que en el parque había niños.
– «Cariño, ¡hay niños en el parque!»- Lo dije con mucha alegría, porque como ya he dicho, en nuestro barrio los infantes «en-parcados» son «rara avis».
Lucy se quedó callada, me miró desde abajo muy seria y me preguntó:
«¿Y niñas también mamá?».
En ese momento, Lucy tenía unos dos años y medio, y ese fue el comienzo de una larga lista de preguntas en las que siempre manifiesta su desacuerdo con que no se nombre a las niñas.
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